Cada una de nuestras células del cuerpo está conformada por moléculas y éstas por átomos. Cada átomo está compuesto por partículas subatómicas llamadas neutrones, protones y electrones, estos últimos son los responsables de formar los enlaces entre los demás átomos para finalmente formar moléculas más complejas.
Los átomos tienen protones (partículas positivas) y electrones (partículas negativas), éstos últimos son los que se encuentran en la parte más externa de la estructura atómica y se comparten con otros átomos para así poder formar los enlaces químicos.
Normalmente los electrones de un átomo se encuentran reunidos en pares, sin embargo, existen una serie de sustancias denominadas “radicales libres”, las cuales poseen electrones “desapareados”. Un radical es cuando uno de estos átomos pierde un electrón porque queda incompleto y a su vez tenderá a reaccionar con otros átomos para recuperar el electrón. Esto se denomina reacción de oxido-reducción o más comúnmente conocida como oxidación.
La principal fuente de producción de radicales es el metabolismo aerobio, proceso que ocurre dentro de la mitocondria celular mediante, el cual, los alimentos que ingerimos pasan por una serie de procesos bioquímicos que se oxidan y liberan electrones, que son transportados por unas moléculas especializadas que los llevan a la cadena respiratoria, en la cual, interviene el oxígeno como receptor de esos electrones. El producto final es la formación de ATP (adenosin trifosfato) la molécula que funciona como moneda de cambio energético.
El organismo produce de manera natural una pequeña cantidad de radicales libres. Estos son necesarios para una serie de reacciones metabólicas; se encuentran bien controlados y pueden ser neutralizados por los mismos mecanismos antioxidantes del organismo o por aquellos obtenidos a partir de lo que ingerimos. La producción de radicales libres y su correcta neutralización por parte de nuestro organismo depende en mucho de la calidad de nuestra dieta, por lo que el consumo de frutas y verduras ricas en antioxidantes es importante para prevenir el desarrollo de algunas enfermedades degenerativas como las antes mencionadas.
Los radicales libres también pueden llegar a nuestro cuerpo desde afuera, en factores ambientales como lo son los rayos solares, la contaminación del aire, en lo que comemos, con los productos procesados, especialmente las grasas vegetales cocinadas, los pesticidas, el humo del cigarro, el alcohol y algunos medicamentos.
La inestabilidad estructural que tienen los radicales les confiere una avidez física por capturar un electrón de cualquier otra molécula de su entorno, de esta forma pueden establecer reacciones en cadena. Los lípidos representan el grupo más susceptible por sus dobles enlaces y por ser la molécula más expuesta al ser parte de la membrana celular. El daño a los lípidos se conoce como peroxidación de lípidos. El radical hidroxilo ataca al ácido graso cuando roba un electrón, dejando al ácido graso con un radical libre dentro de sus átomos constituyentes. La otra molécula susceptible al daño son los carbohidratos, pues al ser oxidados por el radical, se altera su función.